La culpa es del otro

La culpa es del otro

Por Martín Sperati

Una crisis es una situación grave y decisiva que pone en peligro el desarrollo de un asunto o proceso. Tiene elementos incomprensibles, como la incertidumbre, el orden y el desorden, lo previsible e imprevisible, la sorpresa y la falta de información. Todos ellos se cruzan en difusos límites junto a una sensación de pérdida de control.

El coronavirus afectó la vida de todos y dejó amigos y conocidos en el camino. Desató una severa crisis a nivel mundial, regional y nacional que pone a prueba diariamente a líderes y especialistas de todos los campos, en particular, a aquellos del área salud, para encontrar lo antes posible las mejores soluciones ante una sociedad que aguarda expectante y preocupada.

Pero las crisis también pueden motivar a la reflexión y el aprendizaje, a fin de mejorar la toma de decisiones, continuar un duro sendero y estar mejor preparados en todos los ámbitos ante eventos futuros de cualquier naturaleza. ¿Qué cosas se podrían haber preparado e implementado mejor?, ¿cómo concebir una buena estrategia y para qué?, ¿cómo mejorar el trabajo integrado y previsor?, ¿con qué medios y capacidades se podrían contar en forma inmediata?, ¿cómo generar recursos con valor agregado?, ¿de qué manera se puede usar mejor lo que se dispone? En fin, hay un sinnúmero de preguntas que se podría hacer para entender el pasado inmediato y prepararse mejor para el mañana.

Los problemas actuales son globales, complejos, polifacéticos e inéditos. Exigen actuar rápido y en forma eficiente porque las sociedades demandan respuestas casi inmediatas, aun cuando no se posea la cantidad y calidad de los medios necesarios para hacerlo.

Los tiempos de crisis pueden determinar cambios significativos en organizaciones y sociedades enteras. El mundo requiere, en todos los ámbitos, novedosas formas de liderazgo que, respaldadas por estructuras y procesos de gestión adecuados, desarrollen estrategias, campañas y operaciones exitosas. Disponer de una actitud positiva y proactiva en todos los niveles de decisión es inicialmente esencial para transmitir calma, prudencia y por qué no, fortaleza. Lo que se haga en este sentido es importante para generar actitudes y conductas imitables.

En estrategia no existen soluciones mágicas ni remedios universales inmediatos. Lo que se usó en otras geografías es seguramente muy útil y debe ser tenido en cuenta, pero se enmarca a precisas circunstancias de tiempo y lugar. Porque los escenarios son únicos e irrepetibles y las decisiones para enfrentarlos deben adaptarse a las condiciones particulares.

Si el ciudadano, no los fanáticos, ve como la política en su conjunto se pelea y no logra puntos de acuerdos, empieza a diseñar un panorama disruptivo que encuentra en la movilización la única manera de expresión posible.

Porque la sociedad mira y escucha por radio y televisión como los que tienen que conducir los destinos del país a lo único que apelan es a culpar al otro.

Siempre la culpa es del otro.

Si la sociedad mirara a una dirigencia política que hace un mea culpa. Que es consecuente con lo que dice. Que lo aplica con lo que hace. Probablemente encontraría en ellos un liderazgo que conduciría rápidamente a la credibilidad.

Pero no.

Te dijeron que te quedes en tu casa y los vimos abrazarse. Te dijeron que te quedés en tu casa y los vimos en un acto político de más de 100 personas en Ensenada.

Te dijeron que cierres y vemos por televisión una clandestina.

Mandaron a cerrar los colegios y están pensando en organizar una Copa América.

Te dicen que te cuidan y vimos un desfile de vacunados vip.

Entonces, la sociedad toma nota de todo esto y dice: Tengo cara, pero no soy…

Por eso puedo entender la rebelión de un grupo de comerciantes que están pidiendo trabajar con protocolos.

Porque las cuentas se tienen que pagar. Porque hay que llevar el plato de comida a casa. Y por múltiples razones más.

Si hubiésemos tenido una dirigencia política con liderazgo, empatía, coherencia, astucia, organizadora de las cosas, pensante y transparente; hoy estaríamos en otra situación.

La pregunta es: ¿Están a tiempo para cambiar? Si, por supuesto. Háganlo ya. No se suban a la campaña. Dejen sus temas de lado. Trabajen en conjunto. El presidente debiera llamar a una gran mesa. Con diálogo y consenso se revierte todo este panorama.

Depende de ustedes.