Por Martín Sperati
La protesta policial no hace más que mostrar en el espejo de la realidad, astillado por la pandemia, una de las tantas imágenes de una sociedad que viene reclamando reivindicaciones que llevan décadas sin recibir respuesta.
La pandemia ha desnudado múltiples carencias: está visibilizando falencias estructurales que -como en el caso policial, se ocultaban detrás de un manto de informalidad que “las ataba con alambre”. Ahora, todos sabemos cómo se componen los magros ingresos de los agentes del orden: haberes básicos paupérrimos, horas extra repartidas discrecionalmente, adicionales que llevan al agotamiento. Ahora, todos están al tanto del escaso entrenamiento que recibe la fuerza. Ahora, todos nos percatamos del pobre equipamiento que tienen los efectivos a su disposición. Ahora, nos enteramos que la sindicalización policial no era una idea tan descabellada…
Pero, desde la política, no se está discutiendo el contenido de los reclamos ni se está debatiendo cómo resolver las cuestiones de fondo que los generan, sino que lo visceral se impone por sobre lo racional y la sociedad se enreda en interminables peroratas desarrollando visiones conspirativas que crecen y se retroalimentan en los extremos del arco político: para unos es un intento de golpe institucional de la derecha, mientras que para otros es un autogolpe con el objeto de instalar una autocracia.
Esto no es saludable, quienes manejan los hilos del Estado deberían prestar más atención de una manera más simple, concreta y directa a la mala calidad de vida a la que someten a los servidores públicos a partir de las decisiones que toman. Si la política no logra salir de la retórica de la grieta los problemas económicos y sociales seguirán profundizándose y las demandas se multiplicarán por doquier.
Si no podemos salir del maniqueísmo anacrónico que enfrenta los problemas de hoy con una óptica del siglo pasado, hablando de “comunismo” por un lado y “golpes de estado” por el otro, no tenemos destino como país. Ni la policía bonaerense es “golpista” ni los que ocupan terrenos son “comunistas”, ambos -en última instancia, son víctimas de una política que los ha dejado al costado del camino hace mucho tiempo.
El comentario editorial
https://youtu.be/YxOXp5peGbw