Alberto Fernández renunció a la reelección.
Por Mario Wainfeld para Página 12.
“No hay nada más bello que lo que nunca he tenido.
Nada más amado que lo que perdí”.
El presidente Alberto Fernández renunció a una candidatura inviable. Era cuestión de tiempo, días o semanas. Lo decidió tras una semana especialmente estresante con trepada colosal del dólar “blue” y con un escándalo palaciego autogenerado, uno más en la colección oficial. AF abandona una quimera, se desprende de lo que hace tiempo que no tiene, a eso viene la cita de Serrat parecida a tantos tangos o boleros en eso de añorar lo inaccesible. Es extraño y sintomático a la vez que un presidente peronista carezca de toda chance a menos de cuatro años de haber llegado en triunfo a la Casa Rosada.
El momento elegido fue, pues, anecdótico. Quizá lo adelantaron la corrida financiera, la inminencia del cónclave del Partido Justicialista, el Aracregate.
Fernández, según cuentan en su entorno, resolvió en soledad, durante la noche del jueves. Más allá de detalles del momento tamañas decisiones las toman los presidentes siempre solitos su alma, aunque tengan gente alrededor charlando o comentando, “carpas” o “mesas” reunidas de arrebato. La decisión es inherentemente solitaria, cruel a menudo, pesa sobre el mandatario. El formato elegido, un spot publicitario, es profesional y por ende carente de hondura, olvidable. Las reacciones, contadas y previsibles. El hipotético proyecto “Alberto 2023” carecía de apoyos fuera de su menguante entorno de gestión, cada vez más enfrascado. Ya en la reunión de dos meses atrás en el local partidario del PJ se advirtió que AF no contaba con compañeros dirigentes, gobernadores, intendentes que apoyaran la tentativa de reelección. Apenas un puñado de miembros del gabinete nacional.
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De nuevo, otra vez un funcionario oficial dañó al Gobierno con movidas torpes, mala praxis con el off the record, falta de cintura y espíritu de equipo. La designación de Antonio Aracre como jefe de Gabinete de Asesores fue un error iniciático. Nombrar a un personaje venido de la actividad privada, sin cintura política, poco querido por peronistas de todo pelaje… too much. El personaje agravó la falla inicial cediendo a una vanidad incontinente y una falta de tacto digna de mención. Habló de más, se arrogó funciones o virtudes que excedían sus competencias. Llegó a ofertarle al presidente una serie de reformas urdidas por un lobo solitario, sin equipo, sin estructuras de gestión, sin intercambio con colegas de reparticiones que cuentan con sabiduría acumulada…
Los malos entendidos sirvieron de maná a especuladores, opositores excitados. Pescadores de río revuelto, mala gente que camina. Pero el río lo revolvió (puertas adentro del equipo de AF) alguien que nunca debió integrarlo. Un arquetípico colado que se inmiscuyó en tareas que requieren profesionalidad y savoir faire. Al comienzo del mandato AF se ufanaba de tener un equipo de científicos y no de CEOS. Largo trecho después retractó ese criterio.
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Sería impropio cerrar ahora un balance de la gestión presidencial. Quedan por delante meses cruciales.
Muchas plagas o desdichas se abatieron sobre la Argentina y el mundo desde 2019, les agriaron la vida a los argentinos, a sus gobernantes. La pandemia, la guerra en Ucrania, la sequía. Arrancaba con un país endeudado y con la economía en crisis.
La falta de decisión del Gobierno en circunstancias claves, la escasa voluntad para pulsear firme contra los factores de poder, las internas tremendas dentro del Frente de Todos (FdT) agravaron un escenario dificilísimo.
El arranque de gestión con la pandemia, insinúa este cronista, marcó el mejor momento del presidente. Enchufado, estudiando temas científicos, conectado con colegas de todo el mundo. Dispuesto a explicar, abriendo el juego a los gobernadores, concernido, presente. Condiciones que, acaso, no concretó nunca más.
Tal vez ese arranque atípico connotado por políticas económicas heterodoxas, el timón firme (para bien y para mal) le dificultó a Fernández y a la clase dirigente argentina en general que, por arriba y debajo de la peste, terminaba un ciclo económico social en la Argentina. Tal vez, piensa uno.
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La competencia interna del FdT ingresa en un estado novedoso. Si la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner lo resuelve, será candidata, nadie podría hacerle sombra o competirle en las PASO. Si persistiera en su renuncia, cuesta imaginar que pueda consensuarse una candidatura única. Estas historias continuarán. Mañana la seguimos.