Parecen lejanos los tiempos del 70% de los votos para Mauricio Macri en estas tierras. Hoy Cambiemos mira la elección de Córdoba con cautela.
El gobernador peronista Juan Schiaretti parece encaminarse a una reelección sin sobresaltos ya que el frente electoral de Cambiemos quedó dividido. ¿Puede determinar este resultado un impacto sobre las elecciones presidenciales? Eso estará por verse.
Con un acuerdo amplio que además del PJ incluye al socialismo y el GEN –novedad–, Schiaretti busca retener el poder que el peronismo ostenta desde 1998, en un juego de alternancias de mando con el fallecido José Manuel De la Sota. Envalentonado, Schiaretti utilizaría ahora la plataforma de su eventual victoria para “ordenar” la interna del peronismo federal y llamar a un “acuerdo amplio” pos peronista (como el que logró en su provincia).
A eso se suma un elemento apenas sutil: Unidad Ciudadana bajó su lista en la provincia, por orden de Cristina Kirchner, para facilitar el triunfo del PJ. No significa que está todo bien entre ambos, pero tampoco que está todo mal. El gobernador cordobés, no obstante, buscará ratificarse y activar sus buenas artes como articulador de la “tercera opción”.
“Hay un clima distinto a otras elecciones, y contribuye a eso la división en Cambiemos. Se descuenta que la elección está ganada, los radicales no hicieron ni siquiera actos grandes de cierre”, resumieron ante la prensa cordobesa desde el peronismo.
Internas
Cambiemos, por su parte, se cocinó al fuego de sus propias divisiones. Incapaces de desactivar las diferencias, desde las oficinas de Marcos Peña y Rogelio Frigerio se resignaron a que hubiera una competencia interna (en Córdoba no hay PASO). Pero ni siquiera lograron ese acuerdo: Cambiemos implosionó en ese distrito y se deglutió a la marca. Por eso, Mario Negri (jefe del interbloque Cambiemos en Diputados) competirá junto a la Coalición Cívica y el Pro con el frente Córdoba Cambia y el intendente capitalino Ramón Mestre lo hará por la histórica lista 3 de la UCR.
Como “elegido” de la Casa Rosada, Negri no la tuvo fácil. Si bien contó con los apoyos de Macri y María Eugenia Vidal, debió defender el “cordobesismo” después de que Elisa Carrió tuviera su exabrupto sobre De la Sota y le advirtiera a los periodistas de Río Cuarto que sus familiares podían morir a causa del narcotráfico. A veces los sutiles llamados con el codo no son suficientes.
El principal problema de Negri, sin embargo, fue anterior a estos dislates. Puertas adentro del radicalismo, Mestre resistió las presiones de la Rosada y mantuvo su candidatura. Su intención era competir en internas. Como finalmente no las hubo, resolvió ir por afuera y bajo el paraguas orgánico de la UCR, y aún a costa de las acusaciones de Negri de favorecer, con esa decisión, al PJ. Un proceso de desgaste que ratifica, en esta provincia, la coexistencia pacífica del peronismo en la gobernación y los radicales en la capital.
Preocupación
Hasta ahora, Cambiemos no ganó en ninguna provincia (la primera podría ser Jujuy con la eventual reelección de Gerardo Morales). En las previsiones de principios de año, Córdoba podía ofrecer una competencia interesante, sobre todo por el gen antikirchnerista de sus votantes y la buena imagen que Macri había cosechado.
Pero el escenario cambió. “No queremos que desde Buenos Aires nos digan lo que tenemos que hacer”, se excusó Mestre, con arenga federal, por romper Cambiemos. Derrota “honorable” o sostenimiento del status quo con Schiaretti: esa es la verdadera elección de Macri.