Frente al espacio semivacío que dejan Cristina Kirchner y Mauricio Macri, no solo se agudizan las internas de sus frentes: el libertario amenaza con tragarse la materia ordenadora del sistema político.
Por Claudio Jacquelin
Para La Nación
El ocaso definitivo y aún sin reemplazo de los dos líderes que ordenaron en torno a ellos la política argentina de los últimos 15 años sume en el desorden y la incertidumbre a todo el sistema, sin encontrar ningún freno.
El semivacío que deja la presencia fatigada de Cristina Kirchner y Mauricio Macri no permite alumbrar ni vislumbrar un traspaso del mando, con el agravante de que eso ocurre en medio de la más profunda y extensa crisis político-económica registrada desde el colapso de 2001. Un recuerdo terrible del que no puede asegurarse que el país esté inmunizado. Y menos en el actual contexto, en el que resalta la consolidación de Javier Milei, con su prédica de bronca antisistema.
La cada vez más complicada selección de candidatos del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio es fruto de la crisis de esos liderazgos. A medida que se acerca la fecha del cierre de listas se profundizan conflictos y reposicionamientos internos, con sus peleas públicas. Candidatos únicos, competencia en las PASO o fracturas están en el menú del día. No apto para estómagos sensibles.
Ayer el Presidente redobló su desafío contra Cristina Kirchner al ratificar su reclamo para que se habilite la competencia en el oficialismo y refutar algunas imputaciones que ella deslizó contra su gestión. La entrevista con el sitio elDiarioAr resalta la magnitud de la crisis en la coalición gobernante por falta de acuerdos mínimos y exceso de disensos. Síntomas de patologías más graves.
En una organización genéticamente verticalista, como el peronismo, la falta de un liderazgo inobjetado agrava la dificultad de llegar a un consenso básico sobre cómo consagrar la fórmula presidencial.
Al menos dos aspectos complican esa resolución. Por un lado, la opinión de la vicepresidenta sigue teniendo un peso gravitante, por lo que casi nadie puede (o se anima) a prescindir de ella. El poder remanente que conserva no es suficiente para imponer como otrora su voluntad sin riesgos ni costos, pero le alcanza y sobra para mantener en ascuas a todo su espacio. Hasta el filo del abismo y más allá.
Por eso, nadie se anima a afirmar cuándo concluirá su saga de apariciones con mensajes papales, en los que lanza opiniones como verdades y distribuye a placer paraísos, infiernos y purgatorios. La expectativa de que el próximo jueves en la Plaza de Mayo empiecen a dilucidarse algunas incógnitas cruciales es más una expresión de deseos que una certeza. Aunque haya dado señales de que así será. Siempre puede cambiar y seguir con sus definiciones por goteo.
Por otro lado, opera la inexistencia de un candidato indiscutible, por intención de voto o como síntesis del FDT. Y la vicepresidenta admitió la vulnerabilidad del oficialismo. Todo eso alimenta la resistencia de algunos a otro “dedazo” cristinista, de cuya falibilidad no quedan dudas. Fernández lo expresa en carne propia.
De allí la insistencia del Presidente en “democratizar” el peronismo con la competencia en unas PASO, a lo que se niegan tanto Cristina Kirchner como Sergio Massa.
Por ahora, no hay con quién ni cómo saldar las disputas en torno a las primarias, aunque la reelección de Gildo Insfrán al frente del congreso del PJ y su designación como único autorizado a firmar alianzas no permite abrigar expectativas a quienes, como Daniel Scioli, bregan por tener una boleta con su nombre bajo la sigla oficialista. El disenso y la libre competencia no aparecen entre los atributos conocidos de Insfrán. Por eso, los ministros albertistas puros como Santiago Cafiero y Victoria Tolosa Paz se resistieron hasta donde pudieron a esa elección.
Como siempre desde hace 10 años, en la otra vereda de Scioli se ubica Sergio Massa, que mantiene la ilusión de que el rechazo de Cristina Kirchner a la profusión de precandidaturas juegue en su beneficio. Pero en los últimos días sus certezas se volvieron más líquidas. La manifestación de la vicepresidenta durante su show televisivo respecto de él fue más de comprensión que de apoyo, a pesar de las interpretaciones posteriores favorables al ministro.
“Agarró una papa caliente”, fue la fórmula elegida. Un reconocimiento a su llegada al ministerio en medio del pánico antes que un elogio a su performance. El arrojo y no la pericia fue la cualidad que le reconoció, a falta de resultados u otras condiciones. Gusto a poco. Más después de que la vicepresidenta dijera también en C5N (”su casa”) que es el tiempo de pasarles la posta a “los hijos de la generación diezmada”. Massa no califica para esa categoría en la que sobresale Eduardo de Pedro, con su trágica condición de hijo de víctimas de la represión ilegal.
La aceleración que le imprimió a su instalación electoral el titular de Interior no es ajena a esas señales. Su fenomenal equipo de comunicación se encargó de publicitar encuestas que lo muestran encima de otros aspirantes presidenciales (incluido Massa). Además, dejan trascender la elaboración de un proyecto de desarrollo y de un programa de gobierno. Como exigen Cristina y Máximo Kirchner. Más alarmas para Massa.
La posibilidad de una fórmula con ambos ministros no está descartada. Tampoco asegurada. La crítica situación económica y, sobre todo, la inflación, a la que Massa no le encuentra límite, son condicionantes por los que no logra inclinar la balanza cristinista en su favor. Falta demasiado para las elecciones y muy poco para la presentación de candidaturas. Curvas que no se juntan.
El impacto del costo de los alimentos en los bolsillos de los votantes tiene mucha más incidencia en las elucubraciones que las radicales diferencias de cosmovisiones, pertenencias y referencias entre los universos kirchnerista y massista. La vicepresidenta ya ha dado muestras de su pragmatismo y su capacidad para explicarlo, así como sus seguidores de su disposición a acatarlo.
Por eso, un día después de que Cristina Kirchner dijera lo que dijo, Massa fue tan asertivo como ambivalente en la reunión del partido del que es dueño. Reivindicó la unidad oficialista, al mismo tiempo que renovó su demanda por un solo candidato y advirtió (o amenazó) que su agrupación decidirá próximamente si irá o no a elecciones con el Frente de Todos y bajo qué condiciones. Maquiavelo se cansó de advertirle al príncipe del riesgo de amenazar sin poder concretar la amenaza.
El axioma que sigue uniendo a Cristina, Alberto y Sergio es “cuando nos dividimos perdimos” y Massa se ocupó de recordarlo. Un salvavidas que también puede ser un corsé. Podría quedar atrapado en el dilema de acatar decisiones contra sus aspiraciones o poner en riesgo el gobierno y la competitividad electoral del espacio que integra.
La estrategia de Cristina Kirchner de apostar a ingresar en el ballottage y enfrentarse allí con los candidatos de la ultraderecha libertaria acota las ilusiones de Massa y encuentra sustento en lo que ocurre en la coalición opositora.
Al igual que la vicepresidenta, Mauricio Macri aboga con afán y sin éxito por presentar un candidato único para terminar con las disputas encarnizadas entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich que solo se profundizan, como indica la lógica del calendario electoral.
También acá se complican las resoluciones ante el ocaso del padre fundador y la existencia de aspirantes a sucesores que carecen de elementos para imponer sus pretensiones sin dirimirlas en las PASO.
El enfrentamiento alcanzó una nueva cima la semana pasada con la elección de Néstor Grindetti por parte de Bullrich para enfrentar a Diego Santilli, luego de que Larreta se negara a compartir su candidato, a pesar de lo que este quería. Una admisión de que la disputa es cerrada.
El intenso reclutamiento de intendentes y referentes bonaerenses que viene exhibiendo Bullrich tampoco parece una buena señal para Larreta. El equipo del jefe de gobierno niega que ese trasvasamiento se deba al resultado de encuestas que ellos dicen desconocer, aunque no logra contraponer hechos que neutralicen el impacto de las imágenes publicitadas por el bullrichismo.
En tal contexto nadie se anima a afirmar que, al final, no vaya a haber un solo candidato bonaerense amarillo, lo mismo que para la Nación, al igual que lo que ya se decidió para la ciudad de Buenos Aires. Pero a esa definición no se arribará en un fallo por puntos, sino solo si alguno de los contrincantes se impone por KO en los sondeos. Todavía faltan varios rounds para llegar a esa instancia.
Nada está cerrado ni siquiera en el bastión porteño. La reunión y foto difundidas anteayer entre el candidato larretista Fernán Quirós y Elisa Carrió, con sus equipos, puede ser menos una imagen de campaña que el prolegómeno de una declaración de guerra. La jefa de la CC no digiere la postulación del primo Jorge Macri en la ciudad, cuyas condiciones para poder candidatearse deberá revisar la Justicia. Los recientes fallos restrictivos de la Corte podrían ser precedentes poco halagüeños para el intendente de Vicente López, aunque se trate de situaciones no homologables. La ley de las compensaciones nunca pierde vigencia.
Incertidumbre sobre incertidumbre. El big bang creador de nuevos universos en el FDT y JxC no emerge con ninguna claridad. En medio del caos de las dos coaliciones asoma un poderoso agujero negro, de pelos revueltos. Y amenaza con tragarse la materia ordenadora del sistema político de las últimas dos décadas.