Columna de opinión por Cristian Riom, analista de Política Internacional
Por Cristian Riom
El camino más peligroso que transita el mundo hoy es el que lleva a la asunción del próximo presidente de los Estados Unidos. La postura clara y definida de Donald Trump respecto a su intención de poner fin a la guerra en Ucrania ha generado preocupación en ciertos sectores de la política estadounidense, especialmente en aquellos ligados a la industria de defensa.
Durante su mandato, Trump afirmó que “los soldados están enamorados” de él, pero reconoció que “la gente más importante del Pentágono” no comparte ese sentimiento. Según él, estos funcionarios prefieren continuar con las guerras que benefician a las compañías que fabrican bombas y aviones, en lugar de buscar la paz.
Lloyd James Austin, el actual Secretario de Defensa bajo la administración de Joe Biden, es un ejemplo de la estrecha relación entre el sector militar y el privado. Retirado en 2016 como general de cuatro estrellas, Austin ha trabajado desde entonces en la junta directiva de empresas como Raytheon Technologies. Esta situación plantea serias dudas sobre los conflictos de interés, que se pueden resumir en los siguientes puntos:
1. Conflictos de interés: Los funcionarios que han trabajado en empresas de defensa pueden tener intereses financieros o personales que influyan en sus decisiones políticas. Esto puede llevar a la asignación de contratos a sus antiguos empleadores o a la creación de políticas que beneficien a ciertas empresas.
2. Falta de imparcialidad: La presencia de ex empleados de la industria de defensa en puestos gubernamentales puede sesgar las políticas hacia un mayor gasto militar y la aprobación de proyectos que favorezcan a la industria, en lugar de considerar alternativas más equilibradas.
3. Acceso privilegiado: Las empresas de defensa pueden obtener información privilegiada y acceso a los procesos de toma de decisiones, lo que les da una ventaja sobre otros competidores y puede reducir la competencia justa.
4. Desconfianza pública: La percepción de que los funcionarios están influenciados por sus conexiones con la industria de defensa puede erosionar la confianza pública en el gobierno y en la integridad de sus decisiones.
En la administración Trump, James Mattis y Mark Esper también ocuparon el cargo de Secretario de Defensa, ambos con estrechos vínculos con la industria militar. En EE.UU., las cinco principales empresas de armamento—Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, Raytheon y General Dynamics—tienen una influencia significativa en el ámbito político.
El complejo militar-industrial emplea a 816 lobbystas, más de uno por cada miembro del Congreso, y gasta decenas de millones de dólares al año en contribuciones de campaña y lobby. Desde el inicio de la guerra en Ucrania, el valor de las empresas armamentísticas ha aumentado un 59.7%, con las estadounidenses liderando el crecimiento y las europeas mostrando una fuerte recuperación. El aumento del gasto militar respalda las perspectivas futuras del sector, que solo podrían verse frustradas por un compromiso político para poner fin al conflicto.
Desde la confirmación de la candidatura de Trump para las próximas elecciones presidenciales, se han producido varios eventos que parecen estar relacionados con la intención de prolongar la guerra en Ucrania:
• Atentado en Crocus City Hall, Moscú: Un tiroteo y explosión en una sala de conciertos el 22 de marzo de 2024 dejó al menos 144 fallecidos y más de 551 heridos.
• Intento de asesinato de Donald Trump: El 13 de julio de 2024, se produjo un intento de magnicidio durante un mitin en Butler, Pensilvania.
• Ofensiva de Kursk: Iniciada el 6 de agosto de 2024, con una incursión de las Fuerzas Armadas de Ucrania en el óblast de Kursk, atacando unidades rusas y guardias fronterizos.
• Detención de Pavel Durov: El 24 de agosto de 2024, el fundador de Telegram fue arrestado en París, lo que podría limitar el acceso a información crucial sobre la guerra en Ucrania.
Leer más: “Auge de la Ultraderecha: tendencias políticas que sacuden el escenario mundial”
Lamentablemente, estos eventos no serán los únicos ni los últimos en intentar manipular la percepción pública occidental para apoyar la prolongación y profundización del conflicto. La falta de acciones decisivas por parte del gobierno ruso no refleja debilidad, sino una estrategia de espera ante el cambio político en EE.UU., especialmente después de los recientes triunfos en Donbass y la consolidación de su postura en el terreno.