Columna de opinión por Cristian Riom, analista de Política Internacional.
Por Cristian Riom
La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca genera tanto esperanzas como inquietudes, según las principales medidas de su administración pasada y las promesas de su reciente campaña electoral.
El conflicto entre Estados Unidos y Rusia, exacerbado por las intervenciones de las gestiones demócratas en el espacio postsoviético, alcanzó su punto álgido con el gobierno de Joe Biden, que ha llevado las tensiones internacionales al borde de una tercera guerra mundial. La guerra en Ucrania ha generado un impacto devastador en Europa, y el país más afectado ha sido Alemania. Según datos de Naciones Unidas de julio de 2024, Alemania ha recibido a 1.190.255 refugiados ucranianos. Además, las sanciones energéticas contra Rusia y la explosión del gasoducto Nord Stream, presuntamente ejecutada por Estados Unidos, han debilitado considerablemente la economía alemana, que antes se beneficiaba del gas ruso de bajo costo.
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Este contexto, sumado a una recesión económica y a la creciente competencia con China, ha llevado a grandes empresas alemanas del sector automotriz, como Volkswagen, Bosch y Continental, a anunciar despidos masivos, aumentando el desempleo. El gobierno de Olaf Scholz enfrenta una crisis profunda, con la coalición de verdes, liberales y socialdemócratas prácticamente desintegrada y una votación de confianza inminente en el Bundestag.
En este escenario, un restablecimiento de relaciones con Moscú bajo una administración de Trump podría abrir la puerta a un alto el fuego en Ucrania y a negociaciones para estabilizar la región, además de reducir los costos derivados del conflicto y ofrecer oportunidades en la reconstrucción de Ucrania.
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En este mismo sentido los acuerdos con Moscú también tendrán influencia en Medio Oriente, siendo Rusia un aliado estratégico de Irán y EE. UU. el respaldo irrestricto de Israel, se abre la posibilidad, no solamente, de un alto el fuego sino del comienzo de una salida pacífica y perdurable de un conflicto que lleva décadas.
El eje central de la política exterior de Trump, al menos en los primeros dos años será contener la expansión de la influencia china en el mundo, una tarea difícil sin una estrategia de cooperación y desarrollo positivo para los países en disputa. La gran pregunta es si la economía estadounidense está preparada para competir con China en este terreno. Evitar la “Trampa de Tucídides” —un conflicto directo entre una potencia establecida y una emergente— podría requerir un cambio de enfoque hacia una competencia constructiva en un mundo multipolar.
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Para América Latina, esto significaría un período de tensión y de oportunidades en medio de la rivalidad entre las dos mayores economías del mundo. Los temas clave en la relación con Estados Unidos serán el comercio, las finanzas, la migración —especialmente para México y América Central— y la influencia de China.
En el caso de Argentina, la política económica de Trump podría representar un reto, especialmente si se concreta el proteccionismo del mercado estadounidense. Esto podría poner en aprietos al presidente argentino, un declarado admirador de Trump, pero con visiones económicas opuestas. Para el presidente Milei, el desafío estará en encontrar un balance pragmático entre las relaciones con Estados Unidos y China, alejado de posiciones ideológicas rígidas, y enfocado en fortalecer los intereses nacionales.