El primer ministro, Hasan Diab, decretó para este miércoles un día de duelo nacional y prometió que los responsables “rendirán cuentas”.
El gobierno apunta a un cargamento de nitrato de amonio almacenado “sin medidas de precaución” en el puerto.
“Es inadmisible que un cargamento de nitrato de amonio, estimado en 2.750 toneladas, se halle desde hace seis años en un almacén, sin medidas preventivas. Esto es inaceptable y no podemos permanecer en silencio sobre este tema”, declaró el primer ministro ante el Consejo Superior de Defensa, según declaraciones citadas por un portavoz en rueda de prensa.
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El nitrato de amonio es una sal blanca e inodora que se utiliza como base para muchos fertilizantes nitrogenados en forma de gránulos, aminonitratos, altamente solubles en agua. Pero también se usa para fabricar explosivos y ha causado varios accidentes industriales.
Muchos países propusieron ayuda al Líbano, sobre todo Francia, que envía el miércoles varias toneladas de material sanitario.
El presidente Emmanuel Macron anunció en Twitter el envío de un destacamento de seguridad civil y “varias toneladas de material sanitario” a Beirut.
Estados Unidos también ofreció ayuda, al igual que Alemania, que cuenta con miembros del personal de su embajada en Beirut entre los heridos.
Incluso Israel ofreció “ayuda humanitaria y médica” a su vecino libanés, con el que se halla todavía técnicamente en guerra.
El martes se oyó una primera explosión en Beirut, una ciudad de unos dos millones de habitantes, seguida de otra, muy potente, que provocó una gigantesca nube de hongo en el cielo.
Los edificios temblaron y las ventanas quedaron destrozadas a varios kilómetros a la redonda.
En las calles de Beirut, soldados evacuaron a habitantes aturdidos, algunos ensangrentados, con camisetas atadas alrededor de la cabeza para vendar las heridas.
En una de las entradas del puerto de Beirut, una veinteañera corría gritando el nombre de su hermano. Otros, como ella, buscaban desesperados a familiares.
“Era como una bomba atómica. He visto de todo (en mi vida), pero nada semejante”, declaró a la AFP Makruhie Yerganian, un profesor jubilado que vive desde hace más de 60 años frente al puerto.
Esta tragedia se produce en un momento en el que el país atraviesa su peor crisis económica en décadas, marcada por una depreciación monetaria inédita, hiperinflación, despidos masivos y drásticas restricciones bancarias.