La construcción colectiva de Lionel Scaloni

La construcción colectiva de Lionel Scaloni

En poco más de seis años, Lionel Scaloni edificó a la mejor Selección Argentina de todos los tiempos. En el camino, fue clave para el recambio generacional. Humildad y trabajo fueron los pilares de quien es hoy el DT más importante de la historia del fútbol argentino y el más ganador.

Por Mario Demonte

La primera conclusión que me viene a la mente mientras me siento a escribir estas líneas, todavía con el recuerdo fresco de la gran noche vivida en el Centenario de Montevideo ante Uruguay y la exhibición frente a Brasil en el Monumental, es que Argentina es más que un gran equipo. Mucho más.

El análisis “simplista”, hablaría de un DT, Lionel Scaloni, que en algo más de seis años logró lo que otros no pudieron: Rodear a Messi como ninguno; potenciar –como si fuera sencillo– al mejor jugador del mundo; hacer de la Selección un equipo ganador o, por ejemplo, darle lugar a jugadores que, en un país tan futbolero como el nuestro, muchos no conocían.

Otros irían directo a los fríos, pero irrefutables números de su exitoso ciclo: 2 Copa América (Brasil y Estados Unidos), 1 finalísima (Inglaterra), la anhelada Copa del Mundo (Qatar), haber conseguido el mayor invicto en la historia del seleccionado, con 36 encuentros en fila sin caídas, o que de 85 partidos dirigidos, ganó 60, empato 17 y perdió tan sólo 8. Todo, insisto, en poco más de seis años.

Pero la incidencia de Scaloni en la historia del fútbol argentino va más allá de las estadísticas y en algún momento será merecedor de un análisis mucho más profundo que se focalice en su manera de vivir, de ser y de pensar, porque todo lo vivido y conseguido hasta aquí guarda estrecha relación con ese aspecto desconocido, o no tanto, del oriundo de Pujato.


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La construcción de la mejor Selección Argentina de todos los tiempos tiene en sus cimientos la solidez que, en un deporte colectivo como el fútbol, sólo puede brindar el aspecto humano. Esto no le resta importancia a lo futbolístico, porque sin buenos jugadores difícilmente se hubiese podido lograr lo que se logró, pero el análisis debe ir más allá.

Quizás, cuando le tocó ponerse al frente del combinado nacional, su experiencia en el Mundial de Rusia 2018 junto a Jorge Sampaoli, fue suficiente para saber por dónde empezar. Y puso manos a la obra.

Tuvo, en el recorrido, la difícil tarea de iniciar un recambio generacional que en una Selección como la Argentina nunca es sencillo. Así, fueron quedando en el camino futbolistas históricos, muchos de ellos –o la mayoría– injustamente maltratados, para darle lugar a jugadores que sabía que podían aportarle lo que estaba buscando.


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Así, en su primera lista en agosto de 2018, quedaron afuera jugadores como Sergio Agüero, Gonzalo Higuaín, Éver Banega, Ángel Di María y Nicolás Otamendi, estos dos últimos terminaron siendo clave para el DT, y, en contrapartida, aparecieron nombres como los de Lautaro Martínez, Gerónimo Rulli y Leandro Paredes, entre otros. El primer paso estaba dado.

Pero en cada una de sus convocatorias no sólo priorizó el plano futbolístico, sino que claramente perfiló sus listas en la búsqueda de un grupo sólido, que fuera tan unido dentro, como fuera de la cancha.

Y entonces, aparecieron Emiliano Martínez, Cuti Romero, Lisandro Martínez, Rodrigo De Paul, Enzo Fernández, Alexis Mac Allister, Nahuel Molina y Julián Alvarez, por mencionar algunos. Todos, y cada uno, dispuestos a dejar la vida por la camiseta y por llevar a la gloria a quien más lo merecía: Lionel Messi.

Al mismo tiempo y como si fuera poco su rol de entrenador, Lionel Scaloni tenía por delante la enorme y complicada tarea de reconciliar a la Selección Nacional con la gente y demostrar que era capaz de dirigir a un gigante como Argentina, porque no estaba exento de las críticas por el sólo hecho de ser su primera experiencia como técnico.


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El duro golpe de tres finales injustamente perdidas, la del Mundial de 2014 con el recordado Alejandro Sabella como DT ante Alemania, y las dos de Copa América con Gerardo Martino, en 2015 y 2016 frente a Chile, habían dejado una herida abierta, que abrió aún más la Copa del Mundo de Rusia y la temprana eliminación en octavos ante Francia.

Pero, la comunión entre el hincha y los jugadores se dio más rápido de lo que uno hubiese imaginado y de manera natural. El equipo contagiaba desde la cancha y la gente respondía desde la tribuna. Y si bien la seguidilla de buenos resultados y logros deportivos ayudaron, el hincha se sintió identificado con la Selección y ya nada fue igual.

A medida que pasó el tiempo, Scaloni le fue demostrando a quienes dudaban de su capacidad que no sólo estaba en condiciones de conducir los destinos de una de las selecciones más importantes del mundo, sino también, y acá la clave de todo, que tenía la suficiente humildad para no mostrar rencor hacia nadie y seguir adelante.


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Este sello distintivo del DT fue clave para la consolidación del equipo como grupo y del grupo como equipo. Todos por el mismo objetivo, con la camiseta de la Selección como bandera, y la humildad como principal valor para potenciar al máximo la jerarquía de cada uno de los futbolistas.

Y así, con casi todo un país en sus espaldas, Scaloni, y los jugadores, con el liderazgo natural de Messi, iniciaron un camino que será recordado eternamente: La primera Copa América en Brasil 2021; la Finalísima ante Italia en Wembley en 2022, la Copa del Mundo en Qatar en el mismo año, y la Copa América de Estados Unidos en 2024.

Así, seis años después de que su capacidad fuese puesta en duda, Scaloni se convirtió en el mejor entrenador de la historia del fútbol argentino, a la par de un grupo de jugadores que inmortalizaron a la mejor Selección Argentina de todos los tiempos y una de las mejores selecciones de la historia del fútbol mundial. Y todo con humildad, trabajo, sacrificio y amor por la celeste y blanca.