“Milei está desnudo”: más de lo imaginable

“Milei está desnudo”: más de lo imaginable

Por Martín Sperati

Cuando Javier Milei irrumpió en la escena política argentina, lo hizo con la fuerza de un huracán. Su retórica incendiaria, sus promesas de “quemar el castillo” del establishment y su desdén por los consensos tradicionales lo presentaron como un outsider dispuesto a dinamitar las bases de un sistema que, según él, había llevado al país al colapso. Sin embargo, el mismo líder que proclamó ser el “anti-político” ahora busca reconstruir puentes que él mismo voló en nombre de una supuesta pureza ideológica. ¿Qué cambió? La respuesta parece estar en el calendario: las elecciones legislativas del 26 de octubre de 2025 están a la vuelta de la esquina.

Milei llegó al poder con un discurso binario: “libertad o comunismo”, “ellos o nosotros”. Su estrategia se basó en polarizar, estigmatizar adversarios (desde sindicatos, artistas, hasta medios de comunicación) y ridiculizar cualquier forma de diálogo como “colaboracionismo con la casta“. Pero ese enfoque, efectivo en campaña y, parte de su primer año, chocó con la realidad de gobernar un país fracturado y con una economía en emergencia permanente. La falta de apoyos legislativos expusieron la debilidad de un proyecto que confundió la virulencia discursiva con la eficacia política.

Milei en modo campaña: se reunió con el mandatario entrerriano para anuncios de obras importantes.

Ahora, en un giro que muchos califican de oportunista, el presidente intenta reposicionarse. Ha suavizado su lenguaje, abrió conversaciones con gobernadores a los que antes tildó de “parásitos” y hasta buscó acercamientos con sectores empresariales y culturales que había demonizado. Este cambio de tono, sin embargo, no parece surgir de una autocrítica, sino de una lectura pragmática: sin aliados, su agenda corre el riesgo de naufragar definitivamente antes de las elecciones. La pregunta que flota en el aire es incómoda: ¿Milei está descubriendo que gobernar exige algo más que gritar consignas?

El problema de fondo no es solo táctico, sino ético. Quien vendió su imagen como la del “único honesto” en un pantano de corruptos hoy recurre a las mismas herramientas que denostó. Sus críticos lo acusan de hipocresía; sus seguidores más leales, de traicionar la causa. Mientras tanto, la sociedad argentina, hastiada de los extremismos cíclicos, observa con escepticismo cómo el incendio que Milei prometió avivar ahora intenta apagarse con calculados gestos de moderación.

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Las próximas elecciones serán un termómetro. Si el presidente logra capitalizar este viraje como “madurez política” o si, por el contrario, los votantes leen en él un acto de supervivencia, dependerá de cómo se narre esta nueva etapa. Pero hay una lección que ya queda clara: en política, la confrontación sin propuestas concretas es un fuego artificial. Brillante al principio, efímero al final. El rey, al parecer, estaba más desnudo de lo que muchos imaginaban.