Ucrania y la OTAN, la larga sombra de la guerra

Ucrania y la OTAN, la larga sombra de la guerra

La guerra en Ucrania no comenzó el 24 de febrero de 2022, sino en febrero de 2014, los Estados Unidos estuvieron involucrados en una campaña de desestabilización contra el gobierno de Yanukovich. La campaña culminó con el derrocamiento del presidente electo en la Revolución del Maidán, también conocida como el Golpe del Maidán, llamada así por la plaza de Kiev que acogió la mayor parte de las protestas.
A medida que la agitación política envolvía al país en el período previo a 2014, Estados Unidos alimentaba el sentimiento antigubernamental a través de mecanismos como USAID y National Endowment for Democracy (NED). En diciembre de 2013, Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Europeos y defensora del cambio de régimen desde hacía mucho tiempo, dijo que el gobierno de Estados Unidos había gastado 5.000 millones de dólares en promover la “democracia” en Ucrania desde 1991. El dinero se destinó a apoyar a “altos funcionarios del gobierno de Ucrania” miembros de la comunidad empresarial, así como la sociedad civil de la oposición” que están de acuerdo con los objetivos de Estados Unidos.
La junta directiva de la NED incluye a Elliott Abrams, cuyo historial abarca el escándalo Irán/Contras en los años 80. En 2013, el presidente de la NED, Carl Gershman, escribió un artículo en el Washington Post (26/9/13) que describía a Ucrania como el “mayor premio” en la rivalidad entre Oriente y Occidente. Después de la administración Obama, Nuland se unió a la junta directiva de la NED antes de regresar al Departamento de Estado en la administración Biden como subsecretaria de Estado para asuntos políticos.
Uno de los muchos receptores de dinero de la NED para proyectos en Ucrania fue el Instituto Republicano Internacional. El IRI, una vez presidido por el senador John McCain, ha participado durante mucho tiempo en las operaciones de cambio de régimen propiciados por Estados Unidos. Durante las protestas que finalmente derrocaron al gobierno, McCain y otros funcionarios estadounidenses volaron personalmente a Ucrania para alentar a los manifestantes.
El gobierno instalado por Estados Unidos en Kiev ilegalizó los partidos políticos, incluido el Partido Comunista, y eliminó el ruso como idioma oficial. El Partido de las Regiones del derrocado presidente Víktor Yanukóvich fue prohibido en varias provincias y finalmente colapsó. Un ciudadano estadounidense se convirtió en ministro de Finanzas y el vicepresidente Joe Biden se convirtió en el virtual virrey de Obama en Ucrania. Tres meses después, la mayor empresa privada de gas de Ucrania, Burisma Holdings, nombró al hijo de Biden, Hunter Biden, en su junta directiva.
La población mayoritariamente rusa de Donbass se autoproclamó independiente a través de las “Repúblicas” de Lugansk y Donetsk y fueron atacadas por el gobierno central desde 2014 y hasta el 2022 provocando cerca de 15.000 muertos, muchos de ellos civiles. Recordemos como reaccionó Estados Unidos y la OTAN a la independencia de Kosovo, atacando Yugoslavia y bombardeando una capital europea por primera vez desde la segunda guerra mundial, con el resultado del desmembramiento de la actual Serbia.
A pesar de la búsqueda del fin pacífico de este conflicto por parte de Rusia y la firma de los Acuerdos de Minsk I y II rubricados además por Ucrania, Francia y Alemania, la población civil del Donbás soportó continuos bombardeos de las fuerzas ucranianas desde 2014. Estos ataques contra Lugansk y Donetsk aumentaron significativamente en enero-febrero de 2022, según informó la Misión Especial de Observación de la OSCE en Ucrania. Finalmente, estos “Acuerdos de Minsk” habían sido un intento de ‘dar tiempo a Ucrania’ para “construir sus defensas” tal como lo afirmó la ex canciller Merkel en una entrevista publicada en la revista alemana Zeit.
Otra cuestión medular es la continua expansión de la OTAN hacia el Este de Europa. La famosa afirmación del Secretario de Estado de EE.UU., James Baker, de “ni una pulgada hacia el este” sobre la expansión de la OTAN en su reunión con el líder soviético Mijaíl Gorbachov el 9 de febrero de 1990, fue parte de una cascada de garantías sobre la seguridad soviética dadas por los líderes occidentales a Gorbachov y otros funcionarios soviéticos durante todo el proceso de unificación alemana en 1990 y hasta 1991. según documentos desclasificados de Estados Unidos, Unión Soviética, Alemania, Gran Bretaña y Francia, publicados por el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington. Esas “garantías” nunca se cristalizaron, por el contrario, fueron en el camino inverso: directo a las fronteras de Rusia.
Incluso en junio de 1997, 50 prominentes expertos en política exterior firmaron una carta abierta al presidente Clinton, en la que decían: “Creemos que el actual esfuerzo liderado por Estados Unidos para expandir la OTAN… es un error político de proporciones históricas” que “desestabilizaría a Europa”. El mismo equipo de Zelensky sabía que la búsqueda de la ampliación de la OTAN significaba una guerra inminente con Rusia. Oleksiy Arestovych, exasesor de la Oficina del Presidente de Ucrania bajo Zelensky, declaró que “con una probabilidad del 99,9 por ciento, nuestro precio para unirnos a la OTAN es una gran guerra con Rusia”.
Es decir, todo el esfuerzo de Estados Unidos por intervenir el espacio post soviético y puntualmente en Ucrania, llevaba inevitablemente a una confrontación de gran escala y eso lo sabían perfectamente desde 1991, podemos concluir que es muy probable que ése ha sido el objetivo, la desestabilización de Rusia, confinada a ser una potencia regional de segundo orden.
Casi inmediatamente comenzada la operación militar de Rusia en Ucrania, en Marzo-abril de 2022, Rusia y Ucrania logran un acuerdo marco, con la mediación de Turquía, que pondría fin a la guerra, incluido el compromiso de Ucrania de no unirse a la OTAN. Los Estados Unidos y el Reino Unido se oponen y el primer ministro Boris Johnson vuela a Kiev para decirle al presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, que deje de negociar con Rusia. Lamentablemente la guerra continúa con Rusia estableciéndose en gran parte del Donbass. Casi 3 años mas tarde y con decenas de miles de muertos la guerra no ha terminado, las interminables sanciones occidentales a Rusia no han surtido efecto, por el contrario, el país tuvo crecimiento económico, alto nivel de empleo y una inflación controlada. Tampoco sirvieron los ataques terroristas sobre infraestructuras civiles como el gasoducto Nord Stream, denunciado como de autoría estadounidense por el propio premio Pullitzer, Seymour Hersh, o el ataque al puente que une Crimea con Rusia, el asesinato de Daria Dugina, politóloga y periodista rusa, hasta una “extraña intervención” de ISIS en un concierto en Moscú con muchos muertos y heridos, nada de eso cambio el status del conflicto. Sí podemos afirmar que se terminaron volviendo en contra de Europa, provocando crisis económica, inflación y cierre de empresas.
Hoy la solución a este conflicto claramente deja a Ucrania en una situación altamente vulnerable, una población diezmada, y la pérdida de los territorios poblados por rusos étnicos y las garantías que no firmaron y sellaron los occidentales a comienzos de los noventa van a tener que hacerse para detener las hostilidades. ¿Qué confianza puede tener Rusia en Estados Unidos después de todo lo ocurrido? En los últimos 20 años, Washington se ha retirado unilateralmente de varios tratados y acuerdos internacionales relacionados con armas y control de armamentos. Los más destacados fueron: Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM, por sus siglas en inglés), Tratado de Cielos Abiertos, Acuerdo Nuclear con Irán (JCPOA), Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, por sus siglas en inglés). Estas retiradas han generado controversia y preocupación no solo en Rusia sino en la comunidad internacional, ya que han debilitado varios mecanismos de control de armamentos y estabilidad estratégica.
La era Trump llegó y Europa tiene que redefinir no solo su rumbo económico y sus políticas de seguridad sino también su propia identidad y Ucrania llamar a elecciones en lo inmediato y anhelar a una pronta adhesión a la Unión Europea y reclamar por la vía diplomática lo que considera que ha sido injusto, tal como lo hace Serbia por Kosovo o Argentina por Malvinas.
Finalmente, ¿es contario al derecho internacional y a la Carta de Naciones Unidas la incorporación de Crimea y Donbass a la Federación Rusa? En este sentido tenemos que decir que la gran mayoría de la población en Crimea y en Donbass es rusa y se siente rusa. Esto plantea la cuestión del derecho de “jus cogens” a la libre determinación de los pueblos, consagrado en los artículos 1 y 55 de la Carta de las Naciones Unidas (y en los capítulos XI y XII de la Carta) y en el artículo 1 común al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Sendos referéndums fueron realizados con una votación ampliamente favorable a la anexión. Sería bueno que el doble rasero de occidente que dice desconocer estas consultas populares también dé por tierra el realizado por Londres en Malvinas.
La línea de tiempo muestra claramente la intención agresiva de Occidente hacia Rusia, y cómo la tragedia podría haberse evitado si la OTAN no permitiera que Ucrania se uniera; si se hubieran aplicado los acuerdos de Minsk; y si Estados Unidos y la OTAN negociaran un nuevo acuerdo de seguridad en Europa, teniendo en cuenta las preocupaciones de seguridad rusas.

Por Cristian Riom