Las condiciones económicas de mayor o menor adversidad, la globalización que profundiza las asimetrías, los flujos migratorios y el multiculturalismo, el pobre desempeño de las opciones socialdemócratas y del espectro de centro izquierda han creado la coyuntura para la “des marginación” o normalización de la derecha radical en occidente.
Por Cristián Riom
Esta derecha que, aunque acepta el juego democrático-liberal en teoría, se opone a elementos claves de su funcionamiento como el respeto al Estado de derecho, es la que hoy es exitosa. Si bien la ultraderecha ha existido siempre, hoy se ha vuelto parte del mainstream político. De ser parias políticos, hoy cada vez en más países partidos de ultraderecha son vistos como socios potenciales para pactar y formar gobierno o ganar elecciones, por no hablar de su influencia cultural. Sus ideas son debatidas en medios tradicionales y sus propuestas son cada vez más validadas.
La derecha radical se “desmargina” en el momento que concibe la democracia como un camino a seguir, y es en el sistema de medios que el encuadre discursivo otorgado se centra «en la delincuencia, la corrupción, la inmigración y el terrorismo», lo que provoca que «indirectamente, las políticas y los partidos de derecha radical populista adquieren mayor relevancia» (Mudde, 2021: 149). Los medios de comunicación han sido claves en el proceso de normalización, lo que era impensado desde la inmediata posguerra, hoy se narra sin temor a sanciones, ni legales ni sociales. Hoy se debate en medios tradicionales y redes sociales la aceptación o no de migrantes, sus derechos a la salud y educación, la genuina preocupación por el empleo termina en argumentos xenófobos, muchas veces racistas. Se han puesto en duda los valores universales y derechos humanos ganados a lo largo del último siglo, el derecho a la libertad, el acceso al agua, a condiciones de vida dignas para todos los seres humanos, al trabajo.
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La agenda internacional de EE. UU. en los años 2000 tuvo como enemigo principal a países islámicos, lo que dejó como resultado una marcada tendencia islamofóbica que persiste hasta hoy. Esa agenda exterior fue la que desestabilizó países como Libia, Siria, Afganistán e Irak provocando flujos migratorios masivos, principalmente hacia Europa. Esos países europeos que apoyaron la agenda de Washington son quienes padecen los rebrotes del extremismo de derechas. La ultraderecha tiene otros destinatarios de su tradicional odio confrontativo hoy ya no tanto contra la colectividad judía sino contra las minorías, los desclasados, migrantes, los que representan una cultura diferente a la judeocristiana occidental o anglosajona en el caso de Estados Unidos. Los discursos de Trump en el recorrido de las primarias radicalizando su discurso contra la migración mexicana hasta la propuesta de cerrar la frontera nos muestra cabalmente hacia dónde se dirige la tendencia, más aun considerando lo que el dirigente republicano genera en sus admiradores europeos y sudamericanos. El corrimiento a la derecha de Macron en Francia para ganar caudal electoral y cerrar el flujo de adhesiones al “Agrupación Frente Nacional” abren la posibilidad de retrocesos en políticas inclusivas y la elevación de las supuestas amenazas al “ser nacional” provoca reacciones violentas y la aparición de grupos extremistas, quizás el caso Breivik en Noruega solo ha sido la punta de un iceberg de un fenómeno regional y creciente.
En Europa Partidos como los neerlandeses del “Partido por la Libertad”, franceses del “Agrupación Frente Nacional” de Marine Le Pen, los germanos de “Alternativa para Alemania” (AfD), en Hungría “Fidesz” (“Alianza de Jóvenes Demócratas” en el gobierno), los españoles de “Vox”, entre otros, han tenido un enorme avance en el electorado como así también en América, el “Trumpismo” en EE. UU., el “Bolsonarismo” en Brasil, Bukele en El Salvador y Milei en Argentina van en la misma dirección.
Los males que genera el capitalismo imperialista generador de desigualdades y guerras, usufructuadas por el complejo militar – industrial y luego por las empresas encargadas de la reconstrucción pretenden ser solucionadas con discriminación, deportaciones, barreras, cárceles y nuevas guerras. La escasez de modelo alternativos, superadores, acentúa la situación, la caída del comunismo, el fracaso de las experiencias populistas de izquierda, la desorientación de la socialdemocracia deja a la derecha y su extensión radical prácticamente solas en un marco coyuntural similar a los que Fukuyama planteaba a principios de los 90. Solo vemos en el horizonte la disputa interna entre el capitalismo liberal globalista y la opción conservadora, aislacionista, nacionalista, algo moderada (en principio) respecto a la internacionalización de los conflictos. En EE. UU. se comienza a definir esa disputa en las próximas elecciones. En nuestro país el presidente deberá dirimir sus propias contradicciones, se alineará con el liberalismo a ultranza de carácter global o sellará su alianza con los sectores más conservadores y proteccionistas o quizás continúe con la tradicional ambigüedad de la derecha argentina, liberal en lo económico y conservador – autoritario en lo político y social.
Cristián Riom, analista de política internacional.