Carlos García tomó la palabra este lunes en el recinto del Centro de Justicia Penal.
Fueron unos 30 segundos de silencio los que se produjeron en el auditorio del Centro de Justicia Penal, donde se está desarrollando el juicio oral y público por la tragedia de Salta 2141, cuando todos los presentes se enteraron de que uno de los imputados quería hacer uso de la palabra. Se trataba nada más y nada menos que de Carlos García, el gasista que estuvo trabajando en el edificio previo a la explosión.
Cada uno de los 11 imputados por estrago culposo puede hacer uso de la palabra en cualquier momento a lo largo del desarrollo del juicio. Fue antes de que comenzara a declarar Mariela Bosso, la primera de los 136 testigos que pasarán por el banquillo para ofrecer su versión sobre lo sucedido en aquel momento, que el gasista García quiso hablar sin contestar preguntas.
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Muchas fueron las conjeturas que se murmuraban por lo bajo antes de que declarara. Se sabía que Bosso, quien vivía en el piso 9 F de la torre que se cayó, iba a contar los motivos de su llamado a Litoral Gas por ser la primera en detectar falencias con el suministro del servicio, casi dos semanas antes de la explosión. Con lo cual, se pensaba que el gasista podría intentar anticipar su defensa sobre una posible acusación de la vecina.
“La única verdad”
“Comienzo el relato contando la única verdad, porque el único que estuvo en ese lugar, el único que estuvo en la cabina reguladora fui yo”, dijo Carlos García tras haber expresado sus condolencias hacia los familiares y fallecidos.
Así fue como el gasista comenzó con su relato: “Días anteriores a Salta 2141 del 6 de agosto, yo recibo un llamado de la Asociación del Gasista para que me comunique con la Sra. Mariela Calvillo (miembro de la administración del edificio de Salta 2141)”. “Al comunicarme, hacemos una entrevista en su oficina. Cuando llego a la oficina, me manifiesta que hay que cambiar un regulador en Salta 2141, porque ese regulador no daba buena presión a los consorcistas y había olor a gas. Le informo que voy a ir Litoral Gas -en calle 24 de Septiembre y Ayacucho- para informarles sobre esto y me digan qué me van a solicitar para el cambio de regulador, y quedamos en que cuando me informaran le iba a contar qué protocolo iba a tener para el cambio de regulador”.
“Me dirijo a las oficinas de Litoral Gas, firmo el libro de entrada de ese lugar y voy a la Oficina Técnica. Allí me atiende un inspector de apellido Vilas y le comunico que hay que cambiar un regulador en el edificio de Salta 2141 y le pregunto qué expediente o protocolo me van a pedir para poder hacerlo, y me responde que, si es un regulador, vaya, cierre la llave y lo cambie. Yo le reitero nuevamente preguntándole si estaba seguro y si no iba a tener problemas en el futuro y me responde: ‘Vos sos matriculado, andá, cerrá la llave y cambiala”.
Según explicó García, este tipo de cosas es muy frecuente en la empresa de gas. “A todos los matriculados no informan verbalmente las tareas a realizar; nunca nos dan algo por escrito ni avalado por alguno de ellos para que podamos realizar la tarea”.
“Al salir de la oficina -continúa García-, la llamo a la Sra. Calvillo, le cuento lo que me había manifestado el inspector de Litoral Gas y me dice: ‘Bueno, vamos hacer una reunión de consorcio para comunicar y vemos si hacemos la tarea’.
Así fue el día 2 de agosto. “Me hice presente en el edificio, la espero Sra. Calvillo en el palier y entramos a un departamento donde se realizaba la reunión. El informe mío era: presentarle la forma de cambiar el regulador y decirle lo que me habían mencionado en la empresa. Y digo: ‘Me autorizaron en forma verbal, como siempre lo hace litoral gas, y lo vamos a cambiar el 6 de agosto a las 9 horas’, recomendando a su vez que cerraran la llave de paso de cada departamento para la finalización del procedimiento”.
Detalles del día fatal
El gasista García siguió contando que fue al edificio el 6 de agosto un rato antes de las 9 de la mañana porque siempre debe preparar las herramientas, poner los conos para advertir a las personas, matafuego y demás elementos.
“Doy aviso para que supieran todos que iba a cortar el suministro de gas a las 9 horas. Procedo al gabinete, el gabinete -quiero dejar bien en claro- se encontraba dentro del edificio, no estaba en la línea municipal, una marca amarilla que hace siempre Litoral Gas para realizar una nueva conexión; cuando está listo e informado para cortar el gas, entro a la cabina de regulación y me encuentro allí con una llave muy antigua de tapón lubricado, siempre tuvimos cuidado porque son muy peligrosas por lo vieja y duras que son y, además, se corre el riesgo de romperla, reventarlas”.
“Entonces procedo a cerrar la llave de paso, la cierro, hace tope la llave de paso y me dirijo a un piso superior para hacer una suerte de venteo y darme cuenta si el gas había cortado. Voy al octavo piso, hago esa prueba y veo que el gas había disminuido, pero no cortado, entonces bajo a la cabina de medidores y allí abro un medidor, manipuleo la llave de gas para ver si había cortado y veo que no había cortado el gas”.
“Entonces, me dirijo a la cabina de gas nuevamente” y -mediante un dibujo de un tapón lubricado para hacerse entender García- explica: “Al manipularla me doy cuenta de que estaba muy flojita y se desarma una parte de la unión doble (señala en el dibujo). Y yo con, esta parte de la cañería, me voy para atrás. Haciendo esta operativa en la que se me desarma la cañería, yo ya no tenía ninguna posibilidad de poder cerrar ese fluido, porque le gabinete es chico y había un polvo, algo que tiene el gas en suciedad interna, que no me dejaba ver nada, me había dejado como ciego y un zumbido -que produce el gas- que no me dejaba escuchar nada”.
Frente a esta situación, García continúa con su relato: “No pudiendo ver y no teniendo ninguna audición, salgo del gabinete para pedir ayuda, pedir auxilio, que alguien me auxiliara para poder cerrar el gas”. “Yo nunca desarmé el regulador como siempre dijeron, nunca llegué a hacer la tarea, porque no me fue permitido por el desarme de cañería”.
“Yo salgo afuera, no para huir como decían, sino para pedir ayuda, auxilio. Yo le informo a mi ayudante que cortara la calle para que no pasaran vehículos, y en forma desesperada, porque ya no estaba bien, como no me daban respuesta, salí a Litoral Gas para que me ayudara; cuando llego a la esquina de Salta y Balcarce me encuentro con una patrulla de la policía y le comento lo sucedido y le pido que corten las calles por el tema de explosiones”.
En ese momento, el gasista hace un stop y dice: “Perdón, me falto algo: vuelvo atrás”. Y agregó: “Cuando se me descuella esa parte de la cañería, siento una explosión y era que se había desarmado el caño. La explosión no fue de fuego, sino de presión. Y era que se había desarmado el caño”.
Continuó con su relato: “Entonces dando aviso a la policía, ellos se encargan de su tarea y yo rápidamente quiero irme a Litoral Gas para que me ayuden y en la esquina de San Lorenzo y Pte. Roca encuentro a la guardia de Litoral Gas y nos vamos para Salta 2141. Cuando yo llego, trato de buscar a mi ayudante, porque en realidad creía que él estaba muerto, me meto en la cabina de medidores y era imposible ingresar porque había mucho humo, fuego y era imposible respirar. Tal es así, que de pronto pierdo un poco el control y me encuentro con que dos personas me tenían sentado en la vereda. Reacciono y lo sigo buscando y lo encuentro a unos metros y ahí… fue un alivio para mí. Perdón, porque esto me conmueve…”.