El comentario editorial de Martín Sperati.
Con todo este cuadro complejo de cosas bien podríamos hacer una obra literaria sobre lo que piensa el cristinismo de Cristina Kirchner, un espacio que se caracterizó por dar derechos cuando fueron gobiernos.
El cristinismo de Cristina hoy ve como ese derecho inalienable (es decir que no se puede enajenar) se escurre entre sus dedos. Ese derecho tiene que ver con los alimentos y con la comida, entre otros tantos.
CFK entiende que la movilidad social ascendente debe garantizar que todas las personas puedan contar con ese derecho primario. Para la doctora no es posible que se hiciesen negocios a costa del pueblo.
Acá el mercado no tiene nada y tiene mucho que ver. La pandemia del hambre y la pobreza sigue generando nuevas cepas y se propaga a ritmos colosales. Los errores del pequeño frankie la alteran.
Tanto que puertas adentro confiesa qué se equivocó. Se equivocó en haberle dado vida a la criatura. Creyó que ese experimento de laboratorio le iba a salir bien. Confió en los buenos modales de una persona que en varios pasajes de su mandato no se daba cuenta que era presidente y encima se lo hacía saber al pueblo.
Es el operario que de pronto se encontró en la silla del gerente sin escalas. No estaba preparado. Por eso en un momento le dijo “no te pongas nervioso, poné orden donde tengas que poner”. Era una advertencia contundente en público.
Si hay algo que tiene Cristina es códigos. Si algo no le gusta, te lo dice. Te lo dice en privado y si no hay reacción pasa a la acción en público. Alberto fue advertido muchas veces, pero la sobreactuación contra los que lo postulaban de chirolita, hizo que hiciese caso omiso.
“Se mandó solo. Sabe que tenemos un pacto. Él no reúne ni el 10 por ciento de los votos”, cuestionó la doctora el día de los piedrazos en su despacho. Sin embargo, la mayor frustración de Cristina, siempre en el marco de la intimidad, es que se sabe responsable de la elección que hoy la tiene a mal traer.
A los pocos que trata por igual les confesó que se volvió a equivocar. La respuesta fue contundente: “Cristina, no vamos a morir por una bala, vamos a luchar hasta el final”. Aun así, creen que el 2023 están perdiendo porque Alberto nunca logró plantar un modelo de desarrollo económico y se ató al programa del FMI.
Enfrente, el presidente sostiene que la economía no termina de enderezarse por falta de apoyo político de Cristina. Y así están tirando de un lado y del otro.
Acaso la decisión de convertir la negociación de la deuda en un hito central de su mandato sea el paciente cero de la pandemia que carcome al gobierno de Alberto. Para decirlo sin vueltas: era la inflación, no la deuda.
Tenemos mal alineado al equipo. Y un arquero que duda en los centros y no te agarra ninguna de las que van al arco. Que siga atajando penales en Mar de Ajó, recordó la doctora con enojo.
Necesitamos ser inteligentes. Ordenemos las ideas. Sanemos las heridas. Si el presidente no lo entiende, daremos un paso al costado. Maradona dijo “me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”.
Cristina dice “me equivoqué y pague, pero el pueblo no se mancha”.
En eso anda el pensamiento cristinista. Salen de a uno y se lo hacen saber al presidente. Los precios no los sube el diablo. Los sube la inoperancia de un programa económico que tiene poca solidez.