La decisión de esta elección que se nos viene converge a una pregunta tonta y sumamente sencilla: ¿a quién se le vota, al que se equivocó en casi todo o al que hoy me miente en casi todo?
Por: German Fermo – El Cronista
El mesías no existe. Los argentinos siempre esperan que por obra del espíritu santo se les resuelvan los problemas. Y en esa espera ingenua, interminable y sub-real hoy celebrarían que algún candidato a Presidente les dijese: tengo la fórmula mágica que permitirá que podamos ignorar 12 años de saqueo K y 4 años de mala praxis M convergiendo para el 2020 a un escenario de inflación en 0% y crecimiento en 9%.
Lamentablemente en economía no existen las soluciones alquímicas, sea quien fuese el Presidente que nos toque en suerte, enfrentaremos la realidad de una economía en múltiple desequilibrio estructural y completamente devastada. Ante esta crítica realidad, la mejor forma de resolver un problema sería enfrentándolo. Sin embargo, percibo que millones de mis compatriotas deciden hacer lo contrario: ignorarlo y esperar al eterno mesías salvador, ese que obviamente no llega nunca.
Para la Argentina que se nos viene Aladino se quedó sin lámpara. Mi consejo: no crean en políticos vende humo, no crean en nadie que sugiera que a este desastre se lo resuelve en un rato.
El 95% de la sociedad argentina es ignorante en todos los temas relevantes. No se confundan, Argentina no necesita un plan económico. Nuestra nación requiere un inmediato trasplante cerebral de toda una generación socialista que vive con el chip equivocado. Pretender ser ricos halagando permanentemente al socialismo es la obscenidad que nos convirtió en esto que hoy somos: una nación plagada de pobres en donde dicha miseria resulta paradójicamente en la riqueza de unos pocos prebendarios.
Resulta cómico escuchar las ofertas políticas que se vienen conociendo en estos días. Como siempre, la oposición se vende como el gran Aladino salvador, como aquél que puede dar vuelta la taba en cuestión de pocos meses y le habla a sabiendas a una nación en estado de desesperación que necesita colgarse de alguna fábula esperanzadora.
Este tipo de declaraciones constituyen una mentira absoluta pero inteligentemente dirigida a una sociedad que se sabe desconoce mayoritariamente lo severo que es el daño que exhibe nuestra economía.
Otra vez más, como siempre es el caso, la amplia mayoría de los argentinos espera que el próximo Presidente sea quien sea, nos saque de la decadencia y nos ponga de inmediato en un sendero de prosperidad por obra de magia. Los argentinos ampliamente son socialistas que pretenden vivir con los lujos del capitalismo sin reconocer que para llegar a dicha situación no nos espera otra cosa que treinta largos años de reestructuraciones y bajo el supuesto que desde hoy comenzamos a hacerlo todo bien.
Urgencia de corto plazo vs drama de largo plazo. De esta forma, resulta útil dividir qué esperar de la Argentina en el corto plazo (próximos 5 años) y en el largo plazo (próximos 30 años). Para el corto plazo y ante la abrumadora evidencia de una economía que tiene pendientes tres restructuraciones claves, previsional, laboral y tributaria, los 5 años que se nos vienen en el mejor de los casos e independientemente de quien sea el Presidente de turno, tendrá como mejor escenario a la mediocridad asistida, entendido como aquel equilibrio de una economía con escasa capacidad de crecimiento que seguirá dependiendo de asistencia financiera internacional mientras intenta manotear un equilibrio externo y fiscal. Todo candidato a Presidente que prometa por sobre la mediocridad asistida miente descaradamente.
La economía argentina está toda rota, en estas condiciones será imposible crecer sostenidamente. Y para el largo plazo, con mas tiempo y suponiendo que desde hoy lo hacemos todo bien, lo cual resulta en una hipótesis de bajísima probabilidad, se hace indispensable restructurar totalmente y con cirugía general a un país en donde producir nos resulta casi imposible.
Un equilibrio sumamente rentable nunca se altera. Sin embargo, el equilibrio actual en el que subsistimos tiene un perfil siniestro, ignorado por la amplia mayoría de mis compatriotas, esos que estarán votando en breve sin saber lo que están haciendo. Mucho sindicalista, mucho industrial prebendario, mucho lobista, mucho político oficialista y opositor, necesitan que este entorno de mediocridad no cambie nunca porque en esta estabilidad empobrecedora radica irónicamente la fuente de su propio éxito.
Gran parte de la política argentina nos hace el juego de generar la sensación del intento de un cambio pero en el fondo terminan siendo grandes defensores de un status quo inaceptable e infinitamente mediocre que no hizo otra cosa que gestar 35% de pobres a lo largo de 74 años de desaciertos.
La clase política argentina no está para cambiar a este país sino para exacerbar una situación actual en donde unos pocos millonarios disfrutan a costa del empobrecimiento de toda una nación. Hasta que los argentinos no puedan distinguir cuestiones que resultan obvias en cualquier sociedad normal como el bien del mal, como la mentira de la verdad, como el robo de la honestidad, como el orden de la represión, como a la víctima del victimario, siempre tendremos a un mentiroso potencial que frotará la lámpara de un Aladino vació generando una nube de humo plagada de mentiras.
De hecho, nuestra realidad política nos enfrenta a un oficialismo que se equivocó en todos los aspectos imaginables de la gestión macroeconómica y a un peronismo que ya comienza a gestar una gigantesca nube de vapor imposible de cumplir.
Aladino no tiene nada para nosotros en su lámpara. Si quieren seguir engañándose y convencerse de que desinflacionar a Peronia será rápido y sencillo y de que este terruño al que llamamos país pueda intentar algo parecido al crecimiento sostenido, sigan escuchando entonces a muchos de los fanfarrones que desde el tablón de la política nos quieren vender una historia de hadas que esconde la más siniestra de todas las realidades: en Peronia, el estatus quo no se cambia, en Peronia la prebendas se defienden, en Peronia gana el mediocre, en Peronia el trabajo de cada argentino banca el ocio de tres vagos.
Para una sociedad mas preocupada por el fútbol que por nuestra proyección económica y social a 30 años, cuesta pensar que los bufones de siempre dejen alguna vez de colgar de la teta gastada de un Estado quebrado al que seguimos reclamándole nuestra salvación.