Por Martín Sperati
“Muchos años jugué de arquero en un equipo de “compañeros”. Los goles que más me dolían eran los goles en contra“. Esas fueron las palabras que utilizó el actual ministro de Gestión Pública de la Provincia de Santa Fe, Rubén Michlig en su cuenta oficial de Twitter.
Muchos años jugué de arquero en un equipo de “compañeros”. Los goles que más me dolían eran los goles en contra.
— Ruben Michlig (@MichligRuben) November 20, 2020
Cualquiera que lea el comentario, podría decir que al funcionario le ganó la melancolía de aquellos días en que le tocaba defender los tres palos. Sin embargo, no. El comentario fue directo a aquellos “compañeros” que, según Rubén, lejos de defender el propio arco, hicieron todo para que el balón entrase en propia puerta.
La interna justicialista se evidenció al comienzo de la gestión de Omar Perotti, cuando senadores peronistas, alineados al jefe de bloque Armando Traferri, convalidaron el proyecto de presupuesto armado por Miguel Lifschitz. Esa fue la primera de las grandes batallas. Luego, apareció la Ley de Emergencia Pública, debido a que este sector reclamaba más asistencia.
Con el correr del año, pandemia de por medio, hubo una suerte de “veranito” en el que la convivencia del gobernador con los senadores díscolos fue mejorando. Pero la tormenta volvió a aparecer cuando el propio Perotti, en declaraciones a la prensa, evidenció intenciones de cambios en su gabinete.
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Esos cambios se centraron en la Cartera política que dirigía Esteban Borgonovo. El abogado, se despegó del “rosqueo” político y comunicó la dimisión al gobernador. A partir de allí, pese a que se mostraban amables, algo no quedó bien entre Omar Perotti, Alejandra Rodenas y Armando Traferri y se evidenció este jueves con las leyes votadas con asombrosa coordinación.
Ahora el gobernador tiene un dilema: Vetar o no las dos leyes. Si lo hace, rompe relación con el justicialismo “traferrista” y pone en peligro el avance de las leyes para gobernar el año que viene. Si no lo hace, desautoriza a sus ministros y se debilita como Jefe de Estado.
Con este panorama, el rafaelino deberá sacar su liderazgo y reorganizar a la tropa. Si no lo hace, su gobierno perderá solvencia en el tiempo.