Radiografía Despacho Digital: Hoy, Miguel Lifschitz

Radiografía Despacho Digital: Hoy, Miguel Lifschitz

Por Martín Sperati

En septiembre de 2020 tuve la posibilidad de entrevistar en su despacho a Miguel Lifschitz. Les comparto la nota que realicé ese día como homenaje a la persona, con independencia de su preferencia política, que no paraba en su idea de gestionar: 

Se presenta como una persona honesta y de trabajo. Le sale por los poros el compromiso y las ansias por resolver los problemas de la gente. Hábil ajedrecista político. Un tractor que no para. Exige y se exige todo el tiempo. Sabe a dónde va y no se olvida de dónde viene.

Hoy en la radiografía Despacho Digital: Miguel Lifschitz.

Son las 7 de la mañana y suena el despertador. Responde todos los mensajes pendientes, desayuna, se informa y encara la jornada siempre cargada de reuniones (vía zoom) o alguna que otra presencial en la presidencia de la Cámara de Diputados en días de sesión.

La nueva normalidad lo tiene inquieto. A Miguel le gusta el contacto con la gente. La espontaneidad y frescura que da el “cara a cara”. Se percibe muy autocrítico, meticuloso, pensante y una persona que trata de mantener el buen humor.

Llega a la política a sus 17 años. Se suma al Movimiento Nacional Reformista y a la agrupación del Partido Socialista. Desde entonces su carrera como dirigente fue en franco ascenso en el que cosechó logros personales, colectivos y el reconocimiento de muchas personas que ven en él una especie de “legado viviente”.

Fue dos veces intendente de Rosario. Gobernador de la provincia de Santa Fe y hoy es presidente de la Cámara de Diputados.

Cuentan que las escaleras de la Casa Gris no lo nubló. Fue un gobernador exigente que “nunca dejó de ver con ojos de intendente”. Quizás esto explique el nivel de cercanía que tuvo con la gente cuando los flashes, los micrófonos y las cámaras lo acompañaban todo el tiempo.

Para Lifschitz fue un privilegio que la ciudadanía lo haya ungido como mandatario provincial. Dicen sus allegados que “lo tomó con mucha responsabilidad”. Su palmarés como gobernador es amplió: Política Social, Salud, Educación, infraestructura y seguridad, entre otros. Para sus adentros considera que dejó a Santa Fe mejor de lo que en su momento recibió.

Fue un gobernador muy federal. En cada jurisdicción se lo destaca por haber inaugurado obras de infraestructura. En la ciudad de Santa Fe, por ejemplo,  firmó junto a José Corral (ex intendente) el Acuerdo Capital, una de las iniciativas más ambiciosas que llevó alivio a miles de vecinos.

Quienes lo conocen en la intimidad confiesan que es un hombre de objetivos y no para hasta cumplirlos. De hecho, se desafío así mismo y logró visitar todas las localidades de la bota santafesina, convirtiéndose en el primer gobernador en tener ese registro.

Lifschitz es política pura. Considera que es esencial “trabajar para la gente”. Si el partido pide jugar 4-4-2, se calza la “5”, traba, va al piso y distribuye. Pero su puesto natural es de enganche, el que lleva la “10”, el que habilita, potencia a sus compañeros y llega al gol.

Empilcha” muy correcto. Zapatos bien lustrados, pantalón de vestir, camisa (a veces chaleco) y la corbata siempre lista como opción de acuerdo a la ocasión.

Su actual despacho luce a tono con su estampa. Mesa prolija, termo y mate a un costado y una agenda tipo anotador. Cuentan que cuando es elogiado por sus compañeros de equipo, la gente o toda persona que estuvo con él; dibuja una sonrisa en su rostro, se pone colorado, baja la vista y rápidamente busca cambiar de tema: Para Miguel, lo importante es la gente.

Construyó una lista en Diputados en base a la paridad de género e incluyó gente joven y con experiencia. Esa combustión le da a Lifschitz la tranquilidad de garantizar leyes bien redactadas junto con las ganas que imprimen las juventudes para tratar de transformar la realidad. Considera que los jóvenes son el futuro en la política.

Miguel no se sentó encima de las llaves de la Cámara, al contrario, cada 15 días se las arregló para sesionar en este momento de pandemia: Primero lo hizo en el paraninfo de la UNL y luego “solito” en el recinto apoyado por la tecnología. El mensaje es claro: hay que trabajar.

En el plano de la construcción política con vistas al futuro, el panorama lo tiene bastante claro. Sabe que no es momento de hablar de política, es cuidadoso. Pero cuando lo hace en una charla relajada no desestima presentarse como candidato a Senador nacional. Eso le puede dar el pulso de la calle para ver dónde está parado, aunque admite que se siente cómodo en su rol como presidente de la Cámara Baja.

La sensación de volver a la Casa de Gobierno siempre está, aunque estudia la posibilidad de promover sangre joven. Se abre la agenda – anotador y cuesta ver. Allí están los posibles nombres en una lista que renueva todo el tiempo: Uno de los apellidos empieza con “P”, pero no se ve claro. Los ojos intentan hacer foco mientras se mantiene la charla y se ven dos “Jotas”, una debajo de la otra. Quizás esté ahí, pero la perspectiva juega una mala pasada.

Cuentan que le tiene mucho respeto a Omar Perotti. Lo conoce, pensó que iba a llegar renovado y con un proyecto. Ve pocas figuras en el gabinete, poca iniciativa y considera que perdió un tiempo valioso. No ve un plan de gobierno en todos los planos.

Cuando mira el espejo retrovisor se lamenta por no haber sido convocado a un proceso de transmisión de mando: le hubiera servido a este gobierno para ajustar sobre lo hecho y para poder encarar su programa con pasos firmes.

Le molesta la crítica infundada y reconoce que habla poco por respeto a quien gobierna: Ya vendrá el tiempo para hablar…

Mantiene una buena relación con el periodismo. Cuentan por ahí que cuando era gobernador pedía todo lo que sucedía en cada localidad. La información es clave en su vida.

El trabajo en equipo es lo más importante para Lifschitz. Si le dan a elegir una frase, estoy seguro de que elige: “No hay buen gobierno si no hay buen equipo”.