Este miércoles se cumple un nuevo aniversario que atravesó con dolor a más de un tercio de la población de la ciudad: la inundación por el río Salado en el año 2003.
El 29 de abril de 2003, ocurrió la peor inundación catastrófica en la historia de la ciudad de Santa Fe. Al poco tiempo, el desastre se convirtió en una cuestión política, ya que se habían realizado graves acusaciones contra las autoridades y tomadores de decisiones con respecto a la negligencia, la corrupción y la falta de preparación para desastres.
En este marco, surgió un movimiento de protesta demandando tanto la asignación de responsabilidades, como la compensación económica por las pérdidas sufridas por las víctimas.
En aquella tarde del 29 de abril, eran los santafesinos desesperados que caminaban sin rumbo, bajo el frío y la llovizna de ese día, sin fuerzas preguntando por algún ser querido cuyo destino no sabían cuál había sido y temían por el peor.
El agua ingresó con tal fuerza que reventaba puertas y ventanas, retorcía rejas y estructuras de hierro como si fueran de papel.
La inundación fue hace diecisiete años pero sus daños perduran. No los físicos. Hubo viviendas que estuvieron casi dos meses bajo un metro de agua por encima de su techo. Nada de lo que había adentro pudo salvarse del barro putrefacto con que el Salado hizo su marca indeleble.
Ropas, muebles, electrodomésticos, cañerías de servicios, instalaciones eléctricas y de cualquier otra especie, aberturas. Nada se salvó. Pero tampoco se salvaron los recuerdos que nutrían esas vidas casi tanto como la existencia misma. Eran los testimonios de esas existencias. Las historias de cada uno, de cada familia.
Hoy la pandemia por coronavirus encuentra nuevamente a la sociedad en estado de aislamiento social, por fuera de la cotidianeidad y en una crisis sanitaria que tendrá además un gran impacto económico y social. Lamentablemente no habrá actos y movilización, pero desde los diferentes movimientos sociales convocan a expresarse a través de las redes sociales.