El Presidente y el Sumo Pontífice dialogaron a solas durante 44 minutos en la Biblioteca de la Santa Sede, el doble del tiempo que el Papa le había dedicado a Mauricio Macri.
El encuentro entre el papa Francisco y Alberto Fernández empezó a pura sonrisa. “Santo Padre, ¡qué gusto verlo!“, lo saludó el Presidente. “¡Bienvenido!“, respondió el Sumo pontífice en el primer contacto entre ambos, en la sala del Tronetto, en el segundo piso del Palacio Apostólico.
“Pase usted”, lo invitó Fernández, después de un apretón de manos afectuoso, mientras los dos quedaban bañados por los flashes de los fotógrafos. “No, primero el monaguillo”, bromeó el Papa, justo antes de ingresar a la Biblioteca del palacio, donde a las 10.30 puntual empezó la reunión a solas.
La prensa pudo presenciar los primeros segundos de ese encuentro. Sentados a los dos lados de un escritorio, se los veía cómodos y a gusto. Francisco le hablaba bajo, Fernández se reía.
El encuentro a solas duró 44 minutos, justo el doble de la reunión entre el pontífice y Mauricio Macri en febrero de 2016.
Después, el Papa saludó a la delegación argentina y se produjo el intercambio de regalos. El Presidente trajo un telar de la fundación Granja Andar, con sede en Moreno, un libro de los cafés de Buenos Aires y un busto del Negro Manuel, el primer devoto de la Virgen de Luján.
Alberto Fernández comenzó su día en el Vaticano con una misa solemne en la cripta de la Tumba de San Pedro, en el primer subsuelo de la Basílica de San Pedro, de tono y contenido llamativamente peronista. El arzobispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo que celebró la misa, en efecto, en su homilía, en la que pidió por el “éxito” de la nueva gestión, evocó también un encuentro que tuvo en 1973 en Roma con Juan Domingo Perón, figura que exaltó y consideró “cercana” y “fiel” al papa Francisco.
Este es el tercer encuentro de Fernández y el Papa en el Vaticano. En 2018 se vieron dos veces: la primera, en enero, en una audiencia a solas en Santa Marta; la segunda, siete meses después, en una reunión de la que también participaron el dirigente chileno Carlos Ominami y el excanciller brasileño Celso Amorin para pedir por la liberación del expresidente de Brasil Luis Inacio “Lula” da Silva, entonces preso.