Por Martín Sperati
A veces hay planes que deben revisarse sobre la marcha. Uno toma un camino para llegar a algún lado y, de repente, se encuentra con que el camino que eligió está lleno de obstáculos. O es un camino más largo para llegar al objetivo y hay cierta necesidad de llegar un poco más rápido.
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Da la impresión de que Pablo Lavallén se está convirtiendo en un especialista en modificar rutas. Se está haciendo al andar. Se empodera. Cuando el equipo tiene dudas, aparece la mano del cuerpo técnico. Ese aspecto significativo lo consiguió en los mata – mata.
Algunos analistas siguen hablando de “brillo”, “partido decepcionante” (?), “lindo”, “feo”… Fue una semifinal y se jugó con nervios y con la cabeza. Colón no estuvo allí para gustarle a los analistas, sino para llevarse el mejor resultado posible del modo que planearon o como pudieron, teniendo en cuenta las vicisitudes por las que los futbolistas atraviesan en un partido.
A veces, el camino a la gloria está lleno de obstáculos. El tema es ir sorteándolos y estar convencidos de cómo hacerlo. Colón ha dado lecciones constantes en este rubro.
Lo de Belo Horizonte fue un muestrario de cuestiones que explican per sé la llegada de Colón a la final de la Copa Sudamericana. Lavallén y este grupo de jugadores están llevando a la gloriosa camiseta roja y negra a esos sitios privilegiados a los que sólo acceden los que piensan y actúan con grandeza.